Indagar en la trayectoria de nuestros pueblos nos permite advertir la presencia de numerosas trayectorias vitales que, de una u otra forma, pasan a ser parte de nuestra historia.
Para el destacado portuense José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883), la vida y obra de algunos hijos ilustres de su ciudad natal llegaría a ocupar un espacio importante en el libro ‘Descripción histórica del Puerto de la Cruz de La Orotava’, publicada en el año 2003 con un magnífico estudio de introducción, transcripción y notas a cargo de Margarita Rodríguez Espinosa y Luis Gómez Santacreu, en una edición que tendría el apoyo del Ayuntamiento de Arrecife y el Cabildo de Lanzarote.
En tal aporte menciona un total de veintidós biografías, en atención al lugar de nacimiento en el núcleo portuense o, en otros casos, debido a las conexiones de los personajes por diferentes razones, tal y como llegaría a ocurrir con José de Viera y Clavijo (1731-1813), quien tras nacer en Realejo Alto se trasladaría desde muy pequeño al Puerto de la Cruz.
Inicia Álvarez Rixo su relación con la exposición de algunos rasgos biográficos referentes a Domingo Álvarez, quien “en el año 1687 se opuso al pago opresivo del derecho de quintos en la isla de Fuerteventura con aplauso de aquellos naturales, quienes yacían oprimidos de sus señores territoriales”, apuntando, además, que pudo tratarse de una persona con una posición económica holgada. Sin embargo, el propio Rixo llegaría a exponer su duda de que se pudiera tratar de otra persona con mismo nombre, pues existía otro Domingo Álvarez “traficante y hermano de Clemente Álvarez, maestro y dueño de un barco que iba y venía a las Islas”. En cualquier caso, el hecho a destacar sería la participación de un portuense como principal responsable de tal logro en la isla de Fuerteventura.
Cita asimismo a Sebastián de Herrera, hijo del Conde la Gomera, el cual vendría al mundo en la localidad portuense en el año 1713, ocupando numerosos cargos como religioso. Ocupó el cargo de “prior de la catedral de Canaria y después canónigo de Toledo, arcediano de Alcaraz, vicario dignidad de la misma ciudad de Toledo, sumiller de Su Majestad en 1762”. En esta última ciudad encontró el final de sus días en 1770.
El prestigio y la trayectoria de los Iriarte ocupa un lugar destacado en la lista elaborada por Álvarez Rixo. De esa forma, sitúa algunos rasgos de los primeros años de educación de Juan de Iriarte y su paso por París y Madrid, enumerando en su relación biográfica la redacción de su célebre Gramática Latina, así como su labor en numerosas inscripciones que actuaron como objeto de distinción durante su época. No dudaría en recordar su importante cargo como bibliotecario de Su Majestad, su participación como miembro de la Real Academia Española, así como el interés que mantuvo por conocer y difundir las características de sus islas tras recopilar numerosos materiales referentes a su historia. Álvarez Rixo cierra su contribución sobre Juan de Iriarte con unas palabras del profesor en Botánica y conocedor de lenguas clásicas, Casimiro Gómez de Ortega.
Álvarez Rixo expone interesantes aportaciones respecto a Bernardo de Iriarte. En ese sentido, incluye algunos datos de su trayectoria como secretario de la embajada de Parma desde los 22 años, junto a otros cargos y reconocimientos que demostrarían el reconocimiento al trabajo de tal Iriarte. También recoge algunas obras redactas por Bernardo, así como su final en Francia en el año 1814, dejando por heredera a su mujer. Al no tener descendencia todos los bienes llegarían a pasar a un sobrino o sobrina de la misma, vendiendo las obras a diversos extranjeros. Álvarez Rixo no dudaría en lamentar que tal situación se llegara a producir con el legado de españoles ilustres “porque su patria no acierta a conocer el merecimiento de los que se esmeran por ella”.
Dedica también un espacio a la trayectoria de Domingo de Iriarte, esbozando su participación y cualidades en el ámbito de la diplomacia y los numerosos encargos que tendría al respecto. Apunta la participación del mismo como negociador plenipotenciario en la Paz de Basilea entre España y Francia, obteniendo por ello reconocimientos a su trayectoria, anunciando que la muerte del ilustre portuense se desarrollaría en 1795, momento en el que desarrollaba su puesto como embajador de la República Francesa.
Otro de los Iriarte al que dedica algunas líneas sería el reconocido fabulista Tomás de Iriarte, describiendo, brevemente, detalles asociados a su formación en Madrid y sus contactos con su tío Juan de Iriarte. Rixo no dejaría a un lado la descripción de algunas de sus célebres obras como ‘Hacer que hacemos’, ‘Fábulas Literarias’ o ‘Poema de la Música’.
El último de los Iriarte que describe sería fray Juan Tomás de Iriarte, aunque expone ciertas dudas respecto al hecho de que su ciudad natal pudiera ser el Puerto de la Cruz o La Orotava. Apunta y alaba Rixo sus capacidades para el estudio aunque cuestiona el descuido de tal persona por la vestimenta. En el ámbito de la Teología desarrollaría un importante papel. Muestra de su trabajo y confianza se muestra en la responsabilidad que se le encomendó, junto al prior fray Carlos de Lugo, por parte de los ingleses, para proponer al capitán general de estas Islas la capitulación el 25 de julio de 1797.
Por otra parte, expone algunos rasgos biográficos de fray Francisco de Guzmán, registrando los amplios conocimientos del mismo y algunas anécdotas de las que sería protagonista. Madrid y Portugal serían importantes en su vida, siendo autor de aportaciones como Las feligresías de La Laguna o Semana Santa.
Dedica algunas líneas a Agustín Ricardo Madam en atención a su cargo como catedrático de Hebreo, así como canónigo y diputado a la Corte Real, lamentando no conocer más detalles respecto a su trayectoria.