¿Cómo serán los destinos turísticos en el futuro? La gran pregunta. De los promotores, de los profesionales, de los trabajadores, de las instituciones, de las agencias, de las empresas… No se trata de jugar a futurólogos sino de ser conscientes de una nueva realidad a raíz de la disrupción generada por la COVID-19 que, entre otras muchas cosas, ha incidido en el desarrollo turístico global.
En ese sentido, se conviene en que el turismo del futuro será de mayor proximidad en el que la seguridad sanitaria será un factor esencial. Se va aceptando la idea de que el papel del turismo nacional y local es determinante para remontar. Los territorios alejados de multitudes y con potencialidades tienen una estupenda oportunidad en una costosa fase de incertidumbre. Hay que enamorar al cliente y tratar de fidelizarlo. Sembrar para cosechar.
La seguridad, ese bien del que tanto hemos presumido en el pasado, tiene ahora esa connotación sanitaria que es imprescindible cuidar. Por eso, desde las administraciones y el ámbito empresarial habrá que esmerarse en formar al personal del sector en el empleo de nuevas tecnologías y protocolos sanitarios. Como será necesario que las empresas y el sector en general estén informados en torno a la demanda a través de la inclusión de sistemas inteligentes como pasaportes sanitarios, sistemas de control de temperatura, señalética y aplicaciones con notificaciones push para mantener en todo momento informados a los turistas sobre la situación, normativas y protocolos.
Y ya puestos, es muy importante transformar el entorno a través de la implementación de nuevas tecnologías que sustituyan a los procesos donde exista mayor contacto potencial (check in / check out) y de objetos (móvil conectado al hotel para gestionar puertas o luces) o la reducción efectiva de aforos y sistemas automatizados de control y gestión, algunos de los cuales ya funcionan y se encuentran disponibles en el mercado.
Estos son algunos deberes con los que afrontar la nueva realidad turística. Ahora hay que plantearse el desarrollo de estrategias de productos, entre ellas las relativas a desestacionalización, cómo adaptarla y acomodarla. Ahí es indispensable planificar bien los recursos y hacer de ellos un cuidado y adecuado uso de los naturales (paisaje, deporte, aire libre, senderismo, actividades agropecuarias…) y de los que ya resultan tradicionales y sostenibles como la cultura, el patrimonio o la gastronomía.
Las promociones serán decisivas para acertar con las demandas. ¿Qué quieren, qué buscan, que ofrecemos?, son las preguntas. O sea, entenderlas y escogerlas para saber cómo hay que tratarlas y procesarlas, desde ahí, desde la promoción. Es una decisión estratégica que luego hay que madurar muy bien. Sobra decir que la competencia será intensa. ¿Dónde residen los nuevos turistas? La respuesta dependerá, por cierto, de muchos factores, entre ellos si, como consecuencia de grandes acuerdos entre los estados, surgen los denominados corredores turísticos.
El caso es que hay que moverse, conscientes de que son otros los esquemas. Los valores y los activos, primordiales. El emprendimiento será decisivo. No bastará con el olfato y el consabido ‘te acuerdas cuando lo hacíamos así’. No es que se empiece de cero. Pero casi.