Pascua, Domingo de Resurrección. Termina la Semana Santa más insólita, más atípica de todos los tiempos. Las campanadas de la Vigilia pascual de anoche y las películas históricas y religiosas, habituales en la programación de todas las cadenas en estas fechas, nos han recordado el tiempo que fue.
Bueno, eso y la misa televisada desde la basílica de San Pedro, oficiada por el Papa Francisco, con el ritual de la bendición urbi et orbi. Antes, la lectura del Evangelio en latín y en hebreo. Dice Bergoglio que este no es el tiempo de la indiferencia, del egoísmo, de la división ni del olvido. Alude a los conflictos en distintas partes del mundo, entre ellas Venezuela. Y, naturalmente, a la pandemia. “El mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontarla”, dice. El mensaje papal es ajustado y realista.
Descargó un aguacero pero apenas empapó las calles y las plazas. Se despejó luego y el domingo (otro más, sin churros) avanzó lento, con una modesta multiconexión digital audiovisual entre paisanos que analizamos la evolución de la pandemia y mostramos nuestras incertidumbres sobre el futuro que nos aguarda en Canarias, hasta que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparecía para explicar la supresión de algunas restricciones con tal de reactivar algunas actividades y recuperar la normalidad. Nueva apelación de Sánchez a la necesidad de perseverar para superar al virus y de impulsar la desescalada de la tensión política. Parece que funciona bien la rueda de prensa posterior.
Como parece no haber adquirido mayor dimensión la nueva ofensiva en redes y mensajería de quienes apreciaron algunos riesgos en un decreto del Gobierno sobre la utilización de las viviendas vacías en tiempos de pandemia. Esa es otra pandemia, la que se fragua en una población parte de la cual se siente espiada y controlada mientras otra parte ya habla de censura. Como si fueran insuficientes los insultos, las mentiras y las paparruchas que han cabalgado a galope tendido y sin resuello durante todos estos días.
Canarias en positivo ve la luz en el universo digital, aunque la criatura de José Carlos Marrero, una plataforma para el pensamiento y la reflexión, parecía ayer incompleta tras el alumbramiento. Tiene bemoles lanzarse ahora en esta aventura pero Marrero mantiene su audacia hasta donde haga falta.
Algo debió ocurrir en Punta Brava pero no disponemos de otra información que la de un vecino que advirtió la presencia de unidades policiales y militares, con el revuelo consiguiente mientras los efectivos hacían su trabajo. Dos cartulinas con sola palabra, “¡Gracias!”, aparecen pegadas a dos balcones de enfrente, donde cada tarde, a las siete en punto, a las buenas almas (con permiso del poeta), seguimos saludándonos dando palmas de gratitud y de ánimo. Parece que hoy somos menos (acaso porque es domingo) y no se escucha el himno de resistencia. Pero un exaltado pasa a continuación, en moto, con un claxon potente y una bandera española.
La nota pintoresca. No importa: quien resiste, vence.