Día 48 de la Alarma

1º de mayo. Está claro que la conmemoración nada tendrá que ver con las anteriores pero como las consecuencias de la pandemia también afectan a los trabajadores y empleados, ojalá que se cultive el espíritu de alguna manera. Muy atrás en el tiempo quedan aquellas celebraciones que constituyeron un reto a libertades recortadas. Y las primeras manifestaciones en libertad. Y los eslóganes concebidos para corear mientras se agitaban banderas o pancartas artesanalmente confeccionadas. No habrá voladores, como se utilizaban en el valle en el recorrido de una modesta caravana de vehículos. Quien fuera concejal y consejero del Cabildo Insular, Domingo Perera Hernández, ugetista de corazón, fiel a su tradición, celebrará a su modo la festividad, recordando especialmente, como hace otro ex edil, José Expósito González, a los trabajadores fallecidos que impulsaron la lucha obrera y sindicalista en el municipio. En cualquier caso, aquí y en todos lados, vuelve a ser un 1º de mayo signado por la crisis.

Es el Día Internacional del Jazz, esa música que va saliendo y enhebrándose según se va interpretando. Lo dijo acertadamente el compositor estadounidense George Gerswin: “En cierto modo, la vida es como el jazz… es mejor cuando improvisas”.

Es festivo pero no se nota, claro. Solo el paseo de los niños con sus padres altera la monotonía y el vacío nuestro de cada día. A la espera quedamos de la aplicación del plan gradual y coordinado dispuesto por el Gobierno para salir del desconfinamiento. Han sido cuarenta y ocho días de cuarentena. Se trata de volver a las calles, plazas, parques y avenidas para intentar recobrar hábitos y modos de convivencia. Hay guías audiovisuales para saber cómo hay que hacerlo. Atención a las franjas horarias y a la división por edades. Tengamos presente que bañarse en el mar y tomar el sol están prohibidos. Y que no se puede usar el transporte público ni el coche para ir a hacer deporte. Aguardemos una respuesta de liberación cívica, cabal y consecuente.

Los datos económicos siguen apabullando. Las perspectivas son complicadas: pérdidas, en una palabra, por todos lados. El Gobierno de España, por ejemplo, calcula que los ingresos disminuyan veinticinco mil setecientos millones de euros. Es la hora de los economistas, el tiempo de sus análisis y de sus fórmulas. No será fácil salir de la crisis económica que ya habita entre nosotros. ¿Qué habrá sido de la emisión de los bonos europeos? ¿Qué será con las ayudas de la Unión, si es que al final se aprueban: subvención o préstamo? Mientras tanto, la realidad aparece con empresas cerradas y miles de puestos de trabajo destruidos. El profesor belga Paul De Grauwe apunta que si no hay mutualización de la deuda para salir de la crisis, podrá intentarse con la monetización del déficit.

El diputado socialista tinerfeño Héctor Gómez será uno de los componentes de la Comisión parlamentaria no permanente para la Reconstrucción Social y Económica. Mucha suerte, señoría. El plan de trabajo de este órgano se centrará en cuatro grandes cuestiones, que son el reforzamiento de la sanidad pública, la reactivación de la economía y la modernización del modelo productivo, el fortalecimiento de los sistemas de protección social, de los cuidados y la mejora del sistema fiscal y la posición de España ante la Unión Europea (UE).

No hay altas médicas en Canarias. Al contrario, se registran seis nuevos contagios y cuatro fallecidos más, hasta llegar a ciento cuarenta. Tenerife es la isla con más casos positivos, según fuentes oficiales del Gobierno: mil cuatrocientos ocho. Y noventa y seis decesos.

En Madrid, por cierto, levantan el hospital de IFEMA. Los responsables institucionales de la Comunidad y del Ayuntamiento disponen un acto que es difícil definir: entre la gratitud y la clausura, con la esperanza de que no haya que reabrir o reinstalar, claro. No faltaron protestas ni discrepancias a coro. Preocupante la concentración y la cercanía de las personas que estuvieron presentes. Después de ver el tratamiento dispensado en RTVE, se supone que no habrá queja alguna.

La tarde se alarga. El sol brilla otro día hasta las tantas, bueno hasta pasadas las ocho y media. Hoy no pasan helicópteros y el aplauso de las siete está acompasado por los sonidos de un potente claxon de guagua que pasaba por aquí.

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