Cuando la jornada termina con la noticia del positivo de Ángela Merkel, comprobamos no solo la fragilidad del ser humano ante el virus sino que este golpea indiscriminadamente. Deberían reflexionar todos aquellos que siguen empeñados en tesis radicales que no son más que un ataque político irracional en medio de la batalla. Pero noticia es también la prórroga en nuestro país del estado de alarma, hasta el 11 de abril, previa aprobación del pleno del Congreso. Y Colombia ya vive su tragedia con sello carcelario.
El virus habita ya en los cinco continentes. Y hoy domingo, Día Mundial del Agua, mientras aquí llueve copiosamente, hay que imaginar a los miles de personas que todavía no tienen acceso al agua potable. La malaria estará a sus anchas ¿o dudará en competir con el coronavirus?
Cuando a media tarde -¡qué lentas discurren las horas!-, los ensayos de un tenor o un barítono en un edificio cercano se hacen más notorios porque el silencio los impulsa o acentúa, se sabe que los Juegos Olímpicos de Japón van camino de su aplazamiento, pensamos en esfuerzo estéril de los deportistas. Se quedan, nos quedamos, sin el citius, altius, fortius que los sanitarios españoles han convertido en indesmayable.
Y los miiltares de ejemplar y leal desempeño, capaces de levantar un hospital en un tiempo récord, merecedores igualmente de una ovación de gala.
Las madres, las suegras y las abuelas intercambian llamadas y guasaps preguntándose qué van a hacer en otros quince días de confinamiento. Eduardo Solís, veterano profesional turístico todavía exhibiendo músculo experimentado con su calínico, lo tiene claro: las penas con timple e isas, son menos penas.