Historias de mi pueblo, La Orotava

La mañana del lunes 13 de mayo recibí dos mensajes de un amigo ya jubilado, Fernando Cardesa, oscense de nacimiento y alto funcionario de la Unión Europea (UE), en Bruselas y en las Américas, al que conocí gracias al embajador de Venezuela en la UE, Luis Xavier Grisanti, cuando cumplía mi labor de eurodiputado en el Parlamento Europeo, a finales del siglo XX. Me sorprendió la reiteración del mensaje pero al darme cuenta del título del artículo comprendí su interés en enviarme el relato de El País dedicado a los pueblos de España. Se trataba de una  crónica redactada por el insuperable Juan Cruz Ruiz sobre su Puerto de la Cruz. Es un municipio del valle de Taoro del que nos enamoramos Fernando, Luis Javier y este orotavense que les escribe. Cardesa porque encontró en la primera ciudad turística de Canarias un lugar de asueto para combinar el mar con el Teide y casualmente vino a parar al Jardín Tucan, frente a la casa familiar de los Sánchez-Jordán. Grisanti, porque descubrió que en Puerto de Orotava había nacido el padre de su admirado Francisco de Miranda. En mi caso por cuanto encontré mi familia y puedo seguir viendo el Teide desde mi ventana, al abrirla cada mañana.

También el periodista portuense, Salvador García, me remitió otro wassapp dando cuenta del señalado artículo de Juan Cruz sobre “Los nombretes, los ingleses y los pies descalzos” que encabezaban las historias de su pueblo, el Puerto de la Cruz.  Aprovecho la ocasión para recordar que también en La Orotava había nombretes muy cariñosos y la visitaron algunos ingleses, algunos alemanes, algunos belgas y algunos suizos, y abundaban los pies descalzos y los pajares, sobre todo en los altos del municipio. Así lo atestiguó el sacerdote salesiano Víctor Rodríguez Jiménez, al formar parte de la historia de la Villa de La Orotava, al inicio de la restauración de la democracia en España. Lo recordé recientemente en el Liceo Taoro de La Orotava cuando proyecté un documental acerca de las elecciones municipales orotavenses celebradas en abril de 1979, que ganamos como AIO y mantenemos como CC.

De contar la historia de la Villa se han encargado en los últimos años diferentes autores como Manuel Hernández G., Nicolás G. Lemus, Adolfo Arbelo, Juan del Castillo, Tomás Méndez, Manuel Rodríguez Mesa, el recordado Juan José Martínez Sánchez, además de José R. Maza, Rafael Gómez, Javier Lima, Francisco Javier León, entre otros. Quizás lo más importante de La Orotava sea resaltar la ejecución del Jardín Botánico de Aclimatación en 1788, la inauguración de la primera planta hidroeléctrica de Tenerife en 1894 y la declaración del Parque Nacional del Teide en 1954 y su inclusión, en 2007, en la Lista de Bienes Naturales del Patrimonio Mundial por la Unesco. No puede quedar en el olvido el paso de Alejandro de Humboldt, en 1799, por La Orotava, al visitar el Drago de Franchy, camino del Teide, ni de los profesores franceses Sabin Berthelot y Pierre Auber, de los geógrafos alemanes Stübel y Hans Meyer además de los astrónomos Piazzi Smith y Jean Mascart, del ecólogo Ernest Haeckel y del belga Jules Leclerqc, el primer turista oficial, en palabras de Antonio Rumeu de Armas. Tampoco la aportación de terrenos al Observatorio Meteorológico de Izaña y al Instituto Astrofísico de Canarias (IAC). Y por supuesto la Biblioteca Municipal, el AMLO y la FUNDORO, así como la Universidad Europea de Canarias. De La Orotava salieron el obispo de Yucatan, Estévez Ugarte, y la familia del presidente venezolano Rómulo Betancourt.

Desde el punto de vista geográfico, La Orotava es el municipio más extenso y más alto de la isla canaria de Tenerife, y el más llamativo de todo el territorio español por cuanto comienza en el mar Atlántico y termina en el Pico del Teide, a 3718 metros sobre el nivel el mar, con un paisaje diverso y singular.

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