La Chercha o el cementerio protestante

Hoy queremos rescatar y dar nueva vida a un excelente trabajo realizado por Antonio Galindo Brito que se publicó en el programa de las Fiestas de Julio del año 2000 y que merece la pena que pueda ser consultado por cualquier persona interesada en la historia del Puerto de la Cruz. La Chercha, el cementerio de los ingleses o cementerio protestante, como usted prefiera denominarlo, está indisolublemente relacionada con la presencia de la comunidad británica en nuestra ciudad que tanto marcó la historia de nuestro pueblo, albergando en su camposanto múltiples personajes que por su relevancia merecerían un estudio y puesta en valor.  Les dejamos con este trabajo que ha bebido de diferentes fuentes documentales y que aporta mucha luz sobre los orígenes de este peculiar rincón de nuestra ciudad.


El gran auge experimentado por el Puerto de la Cruz durante el siglo XVII, basado fundamentalmente en la posición privilegiada que jugó como punto de entrada y salida de numerosas mercaderías, propició un gran desarrollo urbano. Atraídos por este comercio se establecieron en el Puerto de la Cruz de la Orotava un cierto número de mercaderes extranjeros. El peso significativo de esta población, parte de cual se inserta en el tejido social de la época, se pone de relieve en documentos tales como la Real Cédula de 1648 en la que se señala: “y compuéstose parte de su vecindad de diferentes naciones de portugueses, ingleses, catalanes y franceses y otras personas de diferentes poblaciones han venido a avecindarse el dicho Puerto, que no tienen ni se les conoce bienes raíces ningunos y que viven de embarcar, trajinar y rebatir las mercaderías y frutos”.

El creciente aumento en la segunda mitad del siglo XVII del número de mercaderes ingleses residentes en el Puerto, planteó el serio problema de qué hacer con aquellos que fallecían y que confesaban ser protestantes. A mediados del siglo XVII comenzó a abordarse una solución a través de la construcción de un cementerio protestante que se situó en las afueras del casco urbano, en terreno de malpaís, muy cercano al risco conocido como el Peñón del Fraile. Aunque no he encontrado constancia documental, parece totalmente lógico que la colonia inglesa adquiriese un terreno en el malpaís señalado, muy probablemente a Domingo Álvarez de Espino y comenzase la construcción del cementerio. Existe constancia de que la propiedad del terreno adquirido por los ingleses fue reivindicada por Juan de Franchy Lugo, si bien su reclamación no fue finalmente atendida.

A esta pretensión de los ingleses se opuso Fray Juan García, Vicario del Partido de la Orotava y Comisario de la Inquisición quien, en un informe elaborado en 1674, señalaba que el cementerio “se hallaba en terreno parcelado que está todo repartido por el Cabildo de esta isla a los vecinos del Puerto y de esta Villa para edificar casas y los tienen ya cercados de paredes de piedra seca y algunos ya quebrada la piedra para el edificio; añadiendo que en seis u ocho años estará todo el campo lleno de casas, según la prisa con que se edifica”.

El informe pretendía influir sobre la decisión del Comandante General para que no autorizase la pretensión de los mercaderes ingleses, pero en gran medida contenía toda una serie de inexactitudes. Era cierto que casi todo el terreno que ocupaba el malpaís se hallaba repartido por el Cabildo, y que gran parte de él estaba cercado de paredes de piedra, pero es indudable que exageró al predecir que en un plazo de diez años estaría todo construido de casas. Podemos argüir en descargo del inquisidor, que el ritmo de construcción de casas en el Puerto fue muy elevado durante todo el siglo XVII, pero si nos remitimos a los hechos podemos constatar que incluso a comienzos del siglo XX, el casco urbano del Puerto de la Cruz, no llegaba más allá de la actual calle de Mazaroco.

En el mismo informe, el Inquisidor señalaba que al oeste “todo aquel llano delante de la puerta del entierro hasta dar con el castillo, que al tanteo parece que habrá trescientos pasos, está también dado en sitios y algunos están cercados de pared y solo está una casa de piedra seca hecha y a ciento noventa pasos, que los hice medir, enfrente de la puerta de dicho entierro, están fabricadas las paredes de una ermita, aunque no está cubierta”.

El informe es muy revelador para poder situar con precisión el sitio donde se construyó el cementerio de los protestantes, ya que nos permite concluir que se encontraba en el malpaís del Tejal, cercano al Castillo de San Felipe. La indicación de que enfrente de la puerta se hallaba una ermita en construcción no podemos contrastarla porque de lo que sabemos, en el siglo XVII sólo existieron el Puerto las ermitas de Nuestra Señora de la Paz, la de San Telmo, incorporada al Convento Dominico, la de San Juan Bautista, integrada en el Convento de San Francisco, y la de San Sebastián, que se hallaba situada en las faldas de la Montañeta (la actual montaña en la que se sitúa el Hotel Taoro), y que desapareció probablemente a finales del siglo XVII.

Existe constancia documental que señala la presencia del cementerio de los ingleses en 1676, pues en esta fecha Leonardo Clerque, un mercader inglés residente en el Puerto, se dirigió a Francisco de Valcárcel y Lugo, que era por entonces Alcalde y Castellano del Puerto de la Cruz, solicitando se tomase declaración a Domingo Álvarez de Espino para que este reconociese haberle vendido por 300 reales, en septiembre de 1675, un pedazo de sitio situado en el malpaís “junto y pegado al sitio que tiene la nación inglesa para su entierro”.

Domingo Álvarez reconoció dicha venta y al señalar los lindes del sitio que le había vendido los señaló así: “por el naciente, calle real que sube de la mar a la montañeta, y por abajo, hacia la mar, sitio del capitán Juan de Franquis y por el poniente, arrimado a las paredes, el entierro de la nación inglesa”.

En 1683, vuelve a citarse el cementerio protestante, pues el mismo Domingo Álvarez Espino dio al licenciado Pedro Lorenzo, clérigo presbítero, un pedazo de sitio, cercado de paredes de piedra seca, que se hallaba en el malpaís y tenía algunos cardones. Al describir el solar señaló como lindes: “por el poniente calle real que sale de arriba para abajo, por la parte de abajo otra calle real que va para el Puerto Viejo por debajo del sitio y cementerio de los ingleses”. Esta cita es muy esclarecedora, pues la calle que va para el Puerto Viejo por debajo del sitio del cementerio de los ingleses no es otra que la actual San Felipe, y es bien sabido que el Puerto Viejo se hallaba situado en las proximidades del Castillo de San Felipe. Queda por tanto avalado completamente el aserto de que el cementerio inglés se encontraba desde el siglo XVII en la misma situación que se halla actualmente.

LA CHERCHAEn 1717 encontramos una cita de enterramiento, pues en ese año falleció Guillermo Pouldon, cónsul inglés que confesaba tener 60 años, pertenecer a la iglesia anglicana y haber vivido 48 años en la isla de Tenerife, la mayor parte de ellos como vecino del Puerto de la Cruz. En su testamento, realizado el 17 de junio de 1717 ante Bartolomé Hernández Romero, confesó “ser mi voluntad que mi cuerpo se entierre en el Entierro que llaman de los Ingleses, poniendo una piedra grande sobre mi sepultura y grabado en ella, aquí yace D. Guillermo Pouldon, Cónsul de Su Majestad Británica y murió, tal día, habiendo vivido en estas islas cuarenta y ocho años”.

Poco tiempo después fallecía también Thomas Trobridge, mercader inglés residente en el Puerto, y en su testamento cerrado, hecho el día 18 de noviembre de 1717, ante el mismo escribano anteriormente citado, señaló: “ser su testamento y última voluntad en que tiene nombrado y dispuesto su albacea y también su heredero y que quiere ser enterrado en la church que está en este dicho puerto donde se entierran los protestante de la Iglesia Anglicana”. Esta última cita tiene notorio interés porque ya aparece el término church para designar lo que durante mucho tiempo se llamó entierro o cementerio de los ingleses. Casi sin duda es esta palabra (church, iglesia; churchyad, cementerio en inglés) la que dio origen por deformación al término con que se conoció y aún se conoce al cementerio protestante, a saber Cherche (La Cherche), o Chercha (La Chercha). En apoyo de esta afirmación citaremos que la zona aparece ya designada con este nombre en el plano del Puerto de la Cruz, que realizó en 1741 el ingeniero Antonio de la Riviere.

Estos datos no concuerdan con la afirmación de Álvarez Rixo quien, en sus Anales del Puerto de la Cruz, afirma: “El 12 de mayo (de 1770) fue sepultado en el sitio que han denominado La Cherche, don Arnaldo Urles, protestante. Quiere decir que éste fue el primero que la estrenó. Pero no hay duda habían muerto aquí otros disidentes, cuyos cadáveres no consta donde se sepultaban, o si los arrojaban al mar”. Con los datos expuestos se avala que ya desde el siglo XVII se habían producido enterramientos en la Chercha.

La construcción de este cementerio es una prueba palpable de la importancia de la presencia extranjera en nuestro pueblo y da idea del grado de tolerancia con que la Inquisición, en momentos en que seguía siendo bastante beligerante en cuanto a la presencia extranjera, admitió la existencia de este pedazo de terreno para dar sepultura a aquellos que fallecían en nuestro pueblo. Hoy en día, La Chercha sigue en el mismo sitio cumpliendo exactamente las mismas funciones para las que fue concebido.

 

Antonio Galindo Brito
(Junio de 2000)

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