31 mayo, 2023

Luis Carlos Lavaggi, reformador urbanista del Puerto

Melecio Hernández Pérez

Peon del_Fraile_en_la_Avenida_Luis_LavaggiDe los extranjeros afincados en el Puerto de la Cruz, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, cabe destacar la figura del genovés Luis Carlos Lavaggi de Camilli (1768-1828). Fue, a diferencia de cuantos se enriquecieron en nuestro territorio, uno de los pocos hombres agradecidos que de forma altruista mejoró y embelleció el Puerto con sus reformas urbanas y estéticas. Enamorado de los paisajes naturales de la población, desde un principio, se sintió atraído al igual que Fray Juan de Jesús por el Peñón que se yergue en los Llanos de San Felipe, atalaya pétrea entre el mar y la cumbre desde donde se disfruta de una de las vistas más deliciosas que puedan ofrecer las Islas Canarias.

Nacido el 25 de marzo de 1768- año de la firma del Tratado de Versalles, por la cual la República de Génova cede sus derechos sobre Córcega al rey de Francia-. Siendo aún muy joven se vio obligado a abandonar su patria al batirse en duelo con un relevante caballero de la aristocracia italiana; siendo esta la razón de su exilio en Cádiz donde se dedicó al comercio y contrajo matrimonio en 1786 con Theresa Toscano en la parroquia del Sagrario, de la catedral andaluza. Aunque se ignoran los motivos por los cuales dejó la ciudad gaditana y a su mujer y único hijo Juan Bautista (aunque éste llegaría años después, ocupando en 1834, 1838 y 1841 cargos de síndico personero y alcalde segundo), lo cierto es que en el año 1787 embarcó solo rumbo a Canarias en un bricbarca de tres palos que arribó al entonces Puerto de La Orotava, donde se domicilió hasta el final de sus días.

Luis Carlos Lavaggi, desde que pisó tierra portuense, se deshizo en elogios ante las bellezas paisajísticas que desde el mar había divisado: Pico del Teide flotando en el azul celeste en andas de nubes; el contorno costero festoneado de batiente espuma y el valle de La Orotava, policromo y exuberante.

Casa CologanEl joven genovés, indudablemente, había mantenido correspondencia con los Cólogan y los Pasley, ya que esta relación le llevaría a instalarse a su llegada en la casa principal de don Bernardo Cólogan Fallon (1772-1814) quien en 1799 también fue anfitrión de Humboldt.

Pronto alternó con la burguesía comercial y disfrutó de los más famosos saraos que por aquel entonces tenían lugar en las más opulentas casas donde la presencia del genovés, hombre de unos treinta años, simpático y educado, gozó de la admiración de las damas de la mejor sociedad y de la confianza de los comerciantes que escuchaban expectantes sus ambiciosos proyectos, decidido a engrosar el gremio mercantil que acaparaba el poder económico, social y político.

A pesar de su gusto por la vida social, gustaba refugiarse en el Peñón del Fraile, costumbre esta incomprendida en el lugar, especialmente por las damas casamenteras que no habían desentrañado el pasado del extranjero y la causa de sus frecuentes retiros a lugar tan aislado y medroso. Sería él, quien, acosado por la curiosidad femenina, reveló durante una fiesta obsequiada por don Juan Cólogan en el día de su onomástica, la atracción por la hermosa peña, ya que desde su cima podía admirar la amplia panorámica de la comarca donde el hondo silencio era interrumpido únicamente por el bramido de la mar y el graznido de las gaviotas en un marco de paz y sosiego no experimentado nunca hasta entonces.

¿Tendría necesidad de encontrarse a solas por asuntos del alma? ¿Gravitaría sobre su conciencia el peso de un duelo en noble lid…¿asunto de faldas, tal vez?, o, reflexionaría sobre sus antecedentes morales y el aislamiento familiar, su esposa e hijo, allá en la Península Ibérica?

Aquí, que se sepa, según Álvarez Rixo, con 22 años de edad, tuvo una aventura amorosa en 1790 con la joven María Rosa, hija de don Francisco Benítez de Lugo y Viña, persona de notoria categoría en la isla; pero, dado que el seductor hacía gala de soltero, cuando se descubrió que estaba casado desde hacía catorce años, el padre de la doncella zanjó la cuestión cogiendo a ésta y embarcándola, a la fuerza, para la vecina isla de La Palma.

Confieso que no he podido desentrañar lo que pasó con su esposa Theresa, pues de la investigación realizada no aparece rastro de su presencia en el Puerto.

Casa diseada_por_Luis_LavaggiLa primera ocupación de Lavaggi fue la de dependiente del comercio y escribiente de la casa Cólogan, aunque según consta en documento inédito en mi poder, desde agosto de 1798 a diciembre de 1799, percibió de la empresa Juan Cólogan e Hijos 6000 Rs. en concepto de tenedor de libros (contable). Posteriormente se dedicó con independencia al comercio de los vinos, así como a la actividad de banquero y la construcción, amasando una envidiable fortuna y figurando en 1816 entre las diez casas comerciales de mayor importancia del Puerto de la Cruz junto a Cólogan, Pasley Little y Cía., Hijos de Barry, Stuart Bruce, Power, Ventoso, Cullen, Grauman y Mac-Daniel y Nieves. Ostentó en esta plaza el cargo de Cónsul General de Génova y Cerdeña. Adquirió y construyó numerosas casas hasta un número superior a las sesenta, teniendo por residencia habitual la casona de dos sobrados que edificó en 1804, bajo la dirección del maestro carpintero José Acosta Acevedo en la calle de Las Cabezas, hoy de Blanco, como la más cómoda, costosa y elegante, que en este pueblo se ha hecho, y donde instaló el negocio y bodegas. La casa existente en dicho solar era de don Manuel José Álvarez Pereira, padre del historiador José Agustín Álvarez Rixo, y lugar de nacimiento del mismo en 1796.

Había llegado los tiempos de la Ilustración con su influencia enciclopedística, introduciendo su filosofía social hasta en los medios aristocráticos. Esta influencia también la percibió Lavaggi. Hombre culto e inteligente, creó la tertulia de su nombre en torno a la cual se agruparon las personas más distinguidas del Puerto. Por aquellos años el tema preferente de los contertulios venía dado por la situación de la política nacional bajo el bochornoso reinado de Carlos IV, con María Luisa y su Godoy. Los acontecimientos sucesivos de las abdicaciones y claudicaciones de Bayona y la usurpación de la Corona de España por Napoleón que llevó al trono a su hermano José, así como el hecho glorioso del dos de mayo de 1808, en Madrid, y los sucesos de la Guerra de la Independencia, tuvieron en la Tertulia Lavaggi amplio eco y resonancia.

Cuando aquí se tuvo noticia de la declaración de la guerra del país por Napoleón, el entonces Alcalde Real don Luis de la Cruz y Ríos que lo fue en 1808 y 1814, ordenó retirar todos los retratos de Bonaparte, y declarar sospechoso a todo individuo que retuviere alguno.

Imagen del_Paseo_Luis_Lavaggi_a_principios_del_siglo_XXEl Puerto de la Cruz, con apenas 3.000 almas, contribuyó con 30.000 pesos a la suscripción popular para el equipamiento del Batallón de Canarias que embarcó a luchar por la independencia de España.

Las repercusiones de esta guerra en el Puerto provocó un sinistro suceso de todos conocidos: en los carnavales de 1810 dos pacíficos franceses fueron vilmente asesinados en nuestras calles. La plebe enardecida impuso su dominio sobre el pueblo por siete días hasta que un considerable número de vecinos armados redujo al populacho con sus principales cabecillas.

Luis Carlos Lavaggi permaneció al margen de las manifestaciones callejeras y festejos locales que se celebraron al advenimiento de la Constitución de 1812. Igual comportamiento tuvo dos años después, con la abdicación de Bonaparte y reproducción del absolutismo. Y según cuentan las crónicas, para eludir responsabilidad de que nadie estuvo exento con las represalias que aplicó Fernando VII al subir al trono, construyó una casa nueva, en el lugar conocido por Sitio-Casino-Lavaggi, donde enarbolaba las insignias de Liguria y de las Dos Sicilias, correspondiente a los estados que representaba en la localidad como Cónsul General de Canarias.

La casa Casino, que hoy sigue en pie, fue construida en 1815, y las calles de su entorno que aparecían sin pavimentar, bien por propio interés o en beneficio del pueblo que tan bien le había acogido, costeó de su peculio el empedrado de las mismas: Cupido, Estrella y Venus.

También fue un auténtico filántropo, acogiendo en sus casas y bodegas a numerosos necesitados que llegaban de Fuerteventura en 1812 huyendo de la peste, empleando a muchos majoreros en trabajos de la construcción y en el paseo del Peñón del Fraile, para evitar que el hambre les excitase a cometer algún exceso. En cuanto a la cultura, aparte de la tertulia, se preocupó por la falta de escuelas en el Puerto, interviniendo en la creada con las rentas de 2.800 paseos legados a tal efecto por Margarita Bellver Gerard a su fallecimiento en 1801 y que tuvo por profesor al francés Luis Beltrand Brocal, víctima de los sangrientos sucesos de 1810. Llegó a poseer una buena biblioteca de obras prohibidas, lo que justifica los múltiples escondrijos encontrados posteriormente en sus casas.

Pen del_Fraile_a_finales_del_siglo_XIX_apaisado

En 1815 su Peñón de tantas horas de soledades y que desde su llegada al Puerto le había servido de santuario, fue embellecido por ese benefactor que dos años antes había empezado a construir un paseo nuevo y digno. Dotó a dicha roca de escalinata de piedra y un terraplén en su cúspide, adornado con una gran cruz verde con perillas de bronce dorado, al que muró y colocó asientos y baldosas, convirtiéndolo en un extraordinario mirador. En 1855, se erigió, dirigido y costeado por don Antonio Perera, un templete de seis columnas que fue techado cinco años más tarde.

El paseo que abría el sendero al cementerio católico, creado en 1811, como consecuencia de la triste necesidad de dar sepultura a las numerosas víctimas de la fiebre amarilla, lleva hoy el nombre de su favorecedor, desde que se lo impusiera en 1815 el Ayuntamiento para perpetuar su memoria. La alameda venía flanqueada por dos hileras de palmeras en una explanada construida al efecto que ofrecía un pavimento de tierra firme, y que fue elegido preferentemente por los frailes para sus paseos. Las obras costaron a Lavaggi 3.000 pesos. En el Peñón del Fraile se hizo esculpir entonces sobre entablados de losetas, las siguientes inscripciones:

 

Es todo lo que vemos excelente,

al inventor resulta mucha gloria,

este Peñón conserve eternamente

de Luis Carlos Lavaggi la memoria.

Si Colón el industrioso

a España dio un Nuevo Mundo,

a un Genovés sin segundo

se debe este sitio hermoso..

 

Como hombre practicante de la religión católica, recibió sepultura en el cementerio actual de San Carlos que, sin tener que ver con él, lleva, casualmente, su segundo nombre.

Y cierro este artículo, pidiendo al Excmo. Ayuntamiento del Puerto de la Cruz coloque en la roca, al menos, la primera de las dos curiosas grabaciones, en un gesto por respetar y recuperar parte de lo mucho que el Puerto lleva olvidado de su herencia histórica.

 

Fuentes:

Para la elaboración de este trabajo he consultado las obras “Anales del Puerto de La Orotava, 1701-1872”, “El Puerto de la Cruz y los Iriarte” y “El Puerto de la Cruz, entre la nostalgia y la ilusión”, de Álvarez Rixo, Guigou Costa y Del Castillo, respectivamente, además del archivo del autor. 

En el año 1776 nació en Puerto de la Cruz Luis de la Cruz y Ríos, que fue pintor de cámara del rey Fernando VII y excelente miniaturista.

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